Ayer en Fuenlabrada, en la periferia de Madrid, se presentó la Escuela de Pensamiento Feminista Clara Campoamor. Sí, en la periferia. Aquí donde parece que estas cosas no pegan... Aquí donde mucha gente piensa que sólo habitan "princesas de barrio" y poligoneros.
Pues bien... Ayer con una concejala de igualdad que sabe de lo que habla, presentaron la Escuela en tiempos en los que estas buenas sorpresas escasean. Una escuela desde la que se pretende compartir, debatir, difundir, crear Feminismo. Y nada más y nada menos, la presentaron con Marcela Lagarde, una de las grandes, desde Mexico a la periferia madrileña.
La charla inaugural de Marcela fue de esas que te cargan las pilas y te recuerda lo agusto que se está entre esas amigas feministas, esas que buscamos lo que nos une, y desde el cariño y el respeto vamos construyendo nuestra lucha cotidiana.
Una charla de reclamo del feminismo. Del uso del término, del reconocimiento a las luchas. Un canto a ese feminismo en resistencia, a esas feministas que han sido y son "tremendamente subversivas, rebeldes".
Un llamamiendo a la gente a que se aproxime al feminismo como algo subversivo; que con ello, además, te distraes y refuerzas el ánimo porque descubres que sí se puede. Porque el feminismo es utópico, mujeres que se han pensado libres e iguales, pero es también tópico, es realizable, es el espacio ganado aquí y ahora.
Nos habló de Frida Kahlo, la feminista, no sólo la artista; Nahui Olin, conocida como musa de otros, pero poco se conocen sus pinturas y sus composiciones; de Graciela Hierro y su Ética del placer; de Rosario Castellanos, escritora y traductora del Segundo Sexo en México...
Algunos nombres para hablar "de buena onda" sobre México, pero también nos habló del feminicidio.
Nos leyó con su voz particular y su gran sonrisa, este poema de Rosaro Castellanos:
Meditación en el umbral:
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
